La Verraquina

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Vivimos en la comarca de la Vera, en la ladera de la sierra de Tormantos. Nuestros pueblos están llenos de tradiciones, fiestas, bella arquitectura popular, restos de la historia de los vetones, romanos, árabes… y un envidiable paisaje. Un mal concepto de progreso ha acabado con muchas de esas tradiciones, con casas y edificios que deberían haber sido protegidos para que todos fuéramos conscientes de nuestra historia o, simplemente, porque hasta las construcciones antiguas más sencillas retan en belleza a nuestras casas de pisos.
Nos decía Azaña “Lo peor de todo es el desamor a las cosas y la falta de continuidad. Una institución se degrada si entre sus fines primordiales no se cuenta el de inculcar la religión de las cosas nobles y venerables que particularmente le atañen, o están bajo su acción, y el de crear otras nuevas.”

Eso pretendemos: inculcar aprecio por nuestra historia y nuestro paisaje, y cuidarlo para que lo disfruten también las siguientes generaciones. Queremos exigir a nuestras instituciones que se tomen en serio el cuidado del patrimonio, y animar a nuestros vecinos a que recuperen la memoria de las historias y tradiciones perdidas y que peleen por conocer y defender las que quedan.

¿POR QUÉ “LA VERRAQUINA”?

Desde el patio del Instituto de Jaraíz, nos recibe el sugerente trasero de nuestro verraco de piedra. Queremos hacer de él un símbolo de las pequeñas cosas que queremos conocer y defender. Sabemos que la picota es un signo más conocido de nuestro pueblo, o el palacio, o Santa María, pero esos verracos se cree que apacentaban y protegían la riqueza ganadera del pueblo, y vamos a necesitar un verraco protector. Y antes de que las voces de expertos nos quieran señalar que son verracos machos, y no verraquinas amables y protectoras, les diremos que quizás tengan razón, pero que seguimos pensando que nuestra verraquina es hembra, descendiente de diosas de la naturaleza protectoras, como la mismísima Ataecina vetona.