Este trabajo está basado fundamentalmente en los estudios realizados en la comarca de La Vera debido al gran desarrollo que tuvo aquí la artesanía textil. La técnica empleada fue semejante a la del resto de Extremadura, variando sólo las fibras textiles utilizadas; según los caracteres geográficos de cada comarca (clima, composición del terreno, etc.) así abundaban unas u otras, dando lugar a la diversidad e tejidos: lino, seda, lana....
La Vera tiene un microclima especial; húmedo y templado en otoño, primavera e incluso en invierno, cálido y seco en verano. Esto es debido a su situación entre el murallón de Gredos y el río Tiétar que la abrigan de los fríos de la Meseta Norte. Y además está dulcificada por los vientos húmedos del Atlántico, cuyas nubes chocan con las altas cumbres provocando abundante pluviosidad (entre 1.000 y 1.500 mm.).
Todo esto hace posible que puedan crecer aquí los más diversos y variados productos.
Entre los cultivos que han tenido especial relieve a lo largo de la historia han sido los textiles: El lino y la morera, el árbol del gusano de seda. Cuando éstos dejaron de cultivarse a finales del XIX, se introdujo el algodón, que ha ocupado parte de nuestros campos hasta las últimas décadas en que la fibra artificial entra en competencia con las naturales, desplazándolas cuando su rentabilidad no alcanza las metas trazadas por la industria moderna.
EL ARTE DEL CULTIVO DE LAS PLANTAS TEXTILES: EL LINO Y LA MORERA EN LA VERA
El cultivo de estas plantas fue la base del arte textil en La Vera.
Es una planta que aparece espontánea en algunos valles y cerros abrigados donde hay humedad suficiente para su desarrollo. Fue utilizado desde el neolítico por el hombre para hacer sus vestidos.
Por los yacimientos encontrados en el Valle del Tiétar, sabemos que la Vera estuvo habitada desde el paleolítico; en el neolítico y en la Edad del Bronce ya debió contar con una población importante a juzgar por el utillaje abundante que se ha hallado (las tres hachas pulimentadas de Torremenga y la punta de flecha de bronce, etc.) sin embargo no podemos asegurar que se utilizara aquí en la prehistoria, ni tampoco en la protohistoria.
Los escritores romanos nos hablan del lino de Hispania, pero los cultivos que citan como más importantes de la Lusitania, fueron el olivo, la vid y los cereales, sin mencionar el lino en esta provincia romana a la que correspondía la actual Extremadura.
Serán los musulmanes los que lo introdujeron en estas tierras cuando se asentaron en ella a partir del siglo VIII. Desde entonces el cultivo se fue intensificando a lo largo de la historia hasta el siglo XIX, aunque las primeras noticias documentadas son del siglo XVI.
El lino cultivado se denomina lino común -linum ussitalissimun- llamado así por tener las hojas estrechas y las flores azuladas. Pertenece a la familia de las lináceas, posee hojas lineales y las flores están agrupadas en cimas terminales. De su semilla se obtiene el aceite de linaza. Existen unas variedades de lino común: común:
1. El lino bayal o frío, por sembrarse en otoño. Tiene los tallos largos, de él se obtiene un hilo fino y blanco.
2. La otra variedad es el lino caliente o “canocazo” que se siembra en primavera; tiene los tallos cortos pero ramosos y da más hilaza pero de inferior calidad.
Los terrenos más apropiados eran los valles de las gargantas que se aprovechaban bien construyendo bancales o callejadas y que aún se siguen denominando “linares” aunque ya hace casi un siglo que fueron sustituidos por otros cultivos: pimiento, tabaco, etc.
Estos linares eran regados según la técnica tradicional, introducida también por los musulmanes, verdaderos artistas en los sistemas de regadío. La producción de lino en España hoy día ha disminuido considerablemente, siendo desplazada en mucho por otros productos, como ha pasado en la Vera. No obstante, sigue siendo una de las fibras más apreciadas a nivel mundial para la obtención de hilo de calidad, de la que la URSS es la primera productora, con más de cinco millones de toneladas, seguido de Polonia.
Hasta el siglo VIII no se conoció en el mundo Occidental siendo introducida por el pueblo islámico después de la conquista de España en el 711, extendiéndose por las zonas más idóneas para su cultivo, entre las que está la Vera. Los textos árabes nos hablan de la importancia que tuvo la provincia de Jaén y las Alpujarras, de cuyo cultivo vivían muchas alquerías; así debió pasar aquí, aunque no contamos con documentación hasta el siglo XVI. Su producción había sido un secreto muy bien guardado por los chinos durante miles de años, de cuyo comercio obtuvo grandes beneficios a través de la famosa Ruta de la Seda. A pesar del cultivo de la seda en Occidente, fundamentalmente en España e Italia, esta Ruta de la Seda permaneció abierta hasta el siglo XV, cuando los “grandes descubrimientos” unieron por vía marítima todo el mundo.
La Ruta de la Seda tuvo una importancia trascendental como lazo de unión entre Oriente y Occidente, no sólo de tipo económico, sino cultural y religioso, poniendo en comunicación el Mediterráneo con China y demás países Orientales. Partía de Antioquía y Tiro, atravesando el Norte de Persia y Afganistán hasta la Meseta de Pamir, llegando a Bactra (Balk). Otra ruta iba por el Norte de Persia hasta Bujará, desde donde se alcanzaba Kastigar. Aquí se encontraban las caravanas del Este y del Oeste; y la ruta se ramificaba en dos itinerarios, uno hacia el Norte del desierto de Taklama Kan y otro al Sur que volvía a unirse en Loyang desde donde llegaba a Pekín y Nankín. En el gráfico podemos apreciar el itinerario.
La seda es una sustancia proteica que constituyó el filamento con el que el gusano de seda -Bombyx mori- construye el capullo en el que ha de sufrir la metamorfosis al Pasar a mariposa, la cual depositará los huevos para su reproducción. La seda es segregada en forma líquida por las glándulas sericígenas del gusano Y se endurece inmediatamente en contacto con el aire. Esta fibra está formada por dos finos cilindros paralelos de fibraina, rodeados por una delgada capa de sericina. La sección de la fibra es casi elíptica.
El gusano de seda se alimenta de las hojas de la morera, árbol de procedencia asiática introducido en España por los musulmanes juntamente con el gusano. Existen dos variedades: la “Morus alba”, conocida vulgarmente como la morera de frutos blancos en sorosis y hojas acorazonadas, que son las que se aprovechan para la cría del gusano. La otra variedad es la “Morus nigra” o el moral, del que se aprovecha su fruto, la mora negra comestible y que también, con su hoja, se puede alimentar el gusano de seda.
En la Vera se cultivaban los dos tipos de moreras y generalmente no se daban juntos, sino que sus zonas de cultivo estaban bien delimitadas a juzgar por los textos del Archivo de la Biblioteca Nacional, enviados por el Párroco del Losar al geógrafo D. Tomás López en el siglo XVIII, del 20 de agosto de 1786. “La seda en toda la Vera de Plasencia se coge bastante seda, desde Plasencia a Jarandilla se cría casi toda con hoja de moral, y en el resto hasta Madrigal con hoja de morera, a cuya especie se van aplicando nuevamente mucho”.
De otros textos de los archivos parroquiales hemos sacado la misma conclusión, ya que en los pueblos de la Vera baja todas la citas sobre este tipo de cultivos son referidos a morales y no a moreras. Así en el Libro de Fábrica de San Miguel de Jaraíz de 1731, consta en su inventario entre los distintos bienes de las parroquias “40 morales en Torremenga”, y muchas otras citas, siempre referidas a este tipo de árbol.
La producción de lino y seda fue tan importante en la Vera que los textos desde el siglo XVI hasta el XIX hacen constantes alusiones a su abundancia y calidad. El famoso historiador Fray Alfonso Fernández, de finales del siglo XVI y principios del XVII, en su libro “Historia y Anales sobre la ciudad y el Obispado de Plasencia”, en el Capítulo V, titulado “Fertilidad y amenidad en la Vera y Valle de Plasencia” habla de la importancia de estos cultivos, entre los muchos que cita: “Frutales de todo género de frutas y árboles, manzanos camnuesos, perales... y en muchas partes moreras y naranjos...”. “Hay vinos muchos y regalados... lino muy aventajado, etc...” “y sólo en Jaraíz se suelen coger 1.000 libras de seda y el año que menos 600”.
En el siglo XVIII contamos con los textos enviados por los párrocos de los pueblos al geógrafo D. Tomás López (Arch. 3.N.), donde nos dan una relación de las producciones entre otras cosas, y en casi todos hemos encontrado las referencias a los cultivos de lino y seda. El de Valverde dice: “...hay patatas, lino, garbanzos y cría de seda”. El de Aldeanueva: “...y 150 libras de seda y va en aumento. El párroco de Losar afirma: “los castañares en doce años a esta parte se han perdido por causa de lo cual los naturales se han dedicado a plantar pimentales, lino, garbanzos...”.
Otro texto de gran interés para el conocimiento de la Vera en el siglo XVIII es el “interrogatorio de la Audiencia de Cáceres”, de 1791, donde constan también el lino y la seda como cultivos comunes a todos los pueblos De Jaraíz por ejemplo dice: “las cosechas de los frutos que se cogen en esta villa en pimientos 3.000 arrobas, seda 900 libras, lino 1.800 libras...”. Las referencias de Miñano en 1826 y de Madoz en 1850 nos confirman que durante la primera mitad del siglo XIX la producción de lino y seda seguían siendo importantes: “40 fanegas de Morera, castaña y frutas” “1.500 libras de seda” en Jaraíz según Madoz.
Será A finales del siglo XIX cuando comience su decadencia y prácticamente habrán desaparecido a comienzos del siglo XX, debido a la ruina de los pequeños talleres artesanales que consumían la producción de la zona, al no poder competir, como consecuencia de la Revolución Industrial Textil iniciada en Cataluña.
El arte de hilar consiste en convertir una fibra textil en hilos de diámetro lo más uniforme posible y de una longitud considerable para poderlos tejer.
Para conseguir este proceso, la materia textil, en este caso el lino debe pasar por tres fases: en primer lugar se hará la limpieza y apertura de las fibras; a continuación vendrá la preparación de las mechas o cintas y después la preparación del hilo propiamente dicho.
La primera fase se realizaba con un instrumento de madera llamado “rastrillo”, que estaba formado por una tabla en la que se incrustaban muchos dientes de alambre grueso a manera de cardo. Con él se “rastrillaba” el lino, que es una operación hecha a mano que consistía en el peinado de la fibra para apartar la parte basta del lino de la fina, y separar bien las fibras.
Esta parte basta del lino queda entre las púas del rastrillo y se denomina “estopa”. El lino se peinaba al menos dos veces y la estopa que quedaba en el “rastrillo” se denominaba “estopilla” por ser más fina. Tanto la estopa como la estopilla también se hilaban para tejerlas después. Habrá personas especializadas en este oficio, denominados “los estoperos”.
El proceso de hilar propiamente dicho se realizaba en un instrumento denominado “rueca” que estaba formado por una vara delgada de madera en cuyo extremo superior tenía el llamado “rocadero”. El rocadero era una especie de armazón en forma de piña en el cual se ponía el copo o mecha de lino que habrá de hilarse (el dibujo anterior nos ilustra al respecto).
El hilo así obtenido podía ser de distintas variedades; más o menos fino; grueso y muy grueso, dependiendo de su utilización para las diferentes clases de tejidos. También lo había más igualado o menos, dependiendo de la calidad de la fibra y de la destreza de las que los trabajaban. El hilo más desigual y gordo se denominaba corrientemente “hilaza”.
El hilado estaba a cargo de las mujeres denominadas hilanderas, que en Extremadura eran muy expertas. Por tradición oral sabemos que las calles de nuestros pueblos estaban animadas por estas mujeres expertas en el hilado, que se sentaban en las puertas de sus casas con las ruecas y a la vez que hilaban conversaban en animada tertulia con sus vecinas como es tradicional (Testimonio de Dña. Cristeta Trujillo. 1876-1956)
El proceso del hilado de la seda es diferente, puesto que el gusano la segrega hecha fibra de un diámetro uniforme y regular. La fibra la forman dos hilos de fibroina que componen un eje de gran delgadez, cuyo diámetro varía entre 7 y 20 micras. Cada gusano o Bombis-mori, fabrica su capullo en el que emplea entre 1.200 a 1.500 metros de hilo por capullo, de los que al menos dos tercios son aprovechables.
El proceso del hilado se hacía mediante la cocción del capullo antes que la larva sufriera la metamorfosis y la mariposa pudiera romper el capullo para salir al exterior y por tanto romper los hilos. Mediante este proceso de prolongada inmersión en el agua hirviendo, la fibra se despoja de la capa de serricina que rodea a los dos hilos de fibriona que son los que forman el eje de la fibra.
Después de esta operación aparecen separados, suaves y brillantes y aptos para devanarse. Con el devanado es cuando comienza el proceso del hilado propiamente dicho. El arte de hilar la seda consiste en unir en un solo hilo varias hebras de distintos capullos producidas por el gusano de seda. El hilo así obtenido es ya apto para la fabricación de los tejidos de seda tan apreciados en todos los tiempos, incluso en el actual por sus ventajas y sus propiedades aislantes y por su belleza y finura. Esta artesanía la desarrollaban también las mujeres, igual que la del lino, se denominaban las “hiladoras” para distinguirlas de las hilanderas.
En todos los pueblos de la Vera se hilaba con gran perfección tanto el lino como la seda. La documentación consultada desde el siglo XVI hasta el XIX así nos lo confirma reiteradamente: Miñano en el 1823, refiriéndose a Valverde de la Vera dice “se produce seda y se hila en el país”.
Pero el texto más expresivo a este respecto es el del “Expediente” del Visitador Sr. D. Melchor Basadre, referente a la Villa de Jaraíz, del año 1791, T 24°. (Arch. Audiencia de Cáceres) que después de leer el Interrogatorio saca las siguientes conclusiones respecto a las producciones: “Me parece que se disminuyen las cosechas, la de la seda que es la principal y más interesante, debiera fomentarse y promoverse, aumentando el plantío de morales, aunque se concediese terreno para ello. En este pueblo se hila y aprovecha más bien la seda y con algún estímulo pudiera llevarse a la perfección y trascender a los demás lugares”.
Los políticos ilustrados del XVIII español, que intentaron la recuperación económica del país quisieron también que Extremadura no permaneciera al margen de este desarrollo, especialmente en los cultivos y artesanías que habían sido tan importantes desde el siglo XVI, como en el caso de la seda y que debido a la crisis del XVII había bajado bastante la producción en la mayor parte de los pueblos. Por eso nos dice el texto que se “aumente el plantío de morales aunque se concediese terreno para ello”. Además habla de “estímulos” para que se consiga la perfección en la técnica del hilado y especialmente para que esos “estímulos” lleguen a los demás pueblos que también habían disminuido su cosecha como Jaraíz. Estos estímulos causaron sus efectos, porque 60 años después Madoz dice que la producción de seda en Jaraíz era de 1.500 libras, es decir, 600 libras más que en el XVIII, que era de 900 libras.
La seda hilada era exportada en su totalidad, de aquí las referencias del Visitador cuando dice que “es la más interesante” porque era el producto de mayor rendimiento económico, significando entonces para la zona algo parecido a lo que ahora el tabaco.
La comercialización se llevaba a cabo por medio de los “arrieros forasteros” (Madoz) que venían a tratar directamente con los vecinos, comprándoles su producción y que se llevaban a lomo de caballo hasta las fábricas que existían en Toledo, en Sevilla y en Granada. Don Manuel Gutiérrez Ovejero (Ar.B.N.) en 1786 nos dice al respecto “Se hila la seda a la perfección, y vienen a comprarla para las fábricas de Toledo, Sevilla y Granada”.
La artesanía textil de la Vera era muy importante ya en el Siglo XVI como nos lo confirman los textos. Fray Alfonso refiriéndose a la comarca dice “se hacen lienzos escogidos, estimados en muchas partes”. Lo que significa que no sólo servían para el uso de los vecinos, sino que eran objeto de exportación a otros lugares de Extremadura y otras regiones, donde eran apreciados por sus calidades.
Esta floreciente artesanía textil sufrió un retroceso durante el siglo XVII debido a la crisis general que afectó a toda España, pero de una manera especial a la Vera. Esta sufrió una despoblación grande quedándose en la mitad de sus habitantes. Ya que de 6.000 vecinos aproximadamente pasan a ser más be 3.000 en este siglo(M. Aparicio). El Párroco de Jarandilla nos habla de las causas de esta despoblación y también el de Robledillo en 1786: “Las causas de la despoblación de esta villa fue el levantamiento de Portugal y Cataluña en 1639”. En efecto, toda la zona se vio muy afectada por la guerra contra Portugal que adquirió en tiempos de Felipe IV su independencia, ya que Plasencia fue una de las bases de D. Juan José de Austria para sus operaciones contra Portugal. Aparte de otras causas, como fueron la expulsión de los moriscos, las epidemias, la emigración a América, etc.
Esta decadencia afectó a toda la economía, por eso la floreciente artesanía de lienzos decae en la Vera, como la de la lana en otras zonas de Extremadura y en Castilla.
En el siglo XVIII se rehace algo, pero no llegará a ser nunca como en el XVI, desapareciendo en la mayor parte de los pueblos los telares. En la documentación consultada sólo aparecen citados los telares de Jaraíz en esta época, ya que las referencias de Garganta no están muy claras. Nos dice su párroco en 1772 “hay seda y lino (lienzo)”. Parece que quiere decir que también se fabricaban el lienzo, aunque no lo especifica bien al ponerlo entre paréntesis. En los demás núcleos sólo se citan molinos harineros y de aceite y algunas otras industrias artesanales, pero ninguna referente a la textil. Por ejemplo: en Villanueva hay “9 molinos harineros y 3 de aceite”, en Madrigal “3 molinos harineros”; en Jarandilla “tiene esta villa 9 molinos, 2 de aceite y 7 de trigo..., también hay en esta villa fabrica de curtidos y cordobanes muy aumentada en poco tiempo a este”. En Cuacos “una fabrica de curtidos en Yuste”. Sin embargo nos habla de la garganta del Batán que pasa por las inmediaciones de la villa, lo que demuestra claramente que en Cuacos fue importante la artesanía textil del lino y que el “batanedo” era el último proceso del perfeccionamiento del tejido de lienzo. En Cuacos como en los otros núcleos de mayor población se vino abajo esta artesanía como consecuencia de la crisis del XVII, siendo Jaraíz el que logra mantenerla.
La industria artesanal del tejido de lino siguió siendo importante en Jaraíz durante el siglo XVIII y en el siglo XIX, manteniéndose hasta finales de éste, cuando este tipo de artesanía entra en competencia con los telares mecánicos inventados por Cartwrigh que se introdujo en Cataluña y se vio arruinada por ella...
En 1786 el párroco de Santa María en su escrito a Don Tomás López (Arch. B. N.) dice: “no hay más fábrica que la de seda y lino, y este se teje por los naturales y es de buena calidad”. El interrogatorio de la Audiencia de Cáceres nos detalla algo más. “No hay más fábricas que algunos telares de lienzo y de estopa que se cogen en los propios heredamientos”.
Los telares de Extremadura y por tanto los que se utilizaron en la Vera fueron los tradicionales o manuales que se introdujeron desde la baja Edad Media y que se perfeccionan en el siglo XVI. Estos estaban formados por un armazón de madera, con dos barras paralelas horizontales donde se tendía la urdimbre; luego la trama, que era el hilo que se entrecruzaba con la urdimbre, se enhebraba en una aguja, la que para poderlas pasar entre los de la urdimbre. Después otro aparato llamado peine se encargaba de apretar los hilos de cada pasada contra los de las anteriores.
El gráfico nos ilustra sobre esta técnica: el hilo blanco es la urdimbre y el sombreado es la trama.
A continuación incorporamos una reproducción de como eran los telares tradicionales con su tejedor. Se trata del telar manual o tradicional extremeño. Se conserva en el Museo Etnológico de Cáceres.
Después de confeccionado el tejido de lino o lienzo, se le sometía a la operación del “batanado” para aumentar su resistencia suavidad y compacidad. Este proceso se hacía en el llamado Batán, que era una máquina movida por agua compuesta de gruesas mazas de madera, unidas por un eje que golpeaban los linazos. Con este sistema se desengrasaban los tejidos y se enfurtían, para que adquirieran las características deseadas de resistencia, suavidad y compacidad. Los edificios donde se instalaban los batanes, se construían al lado de las gargantas igual que los molinos tradicionales, ya que funcionaban como éstos, debido a la energía originada por la corriente de agua, que era la que movía las mazas.
Por este dibujo podemos apreciar la estructura de un batán. El batán de Jaraíz se encontraba en la Garganta del “Puente la Calva” cerca de su desembocadura en el río Tiétar. La finca donde estuvo instalada se sigue llamando en la actualidad “el Batán”.
El tejido aquí fabricado es del tipo llamado tejido plano o tafetán por cruzarse los hilos alternativamente uno por encima y otro por debajo de una manera perpendicular, caracterizándose porque no tiene derecho ni revés.
Los tejidos de hilo de la zona eran de muy buena calidad, de los que conocemos y conservamos dos variedades una muy fina, de alta calidad, especial para ropa interior y también para juegos de cama llamados popularmente “buenos”. La otra variedad era un poco más fuerte y tenía la misma finalidad. Estos tejidos eran denominados lienzos caseros y se han conservado de generación en generación en la mayor parte de las familias veratas, donde podemos admirar las típicas “sábanas de la abuela” como uno de los recuerdos más entrañables. También se conservan camisas, toallas calzones, etc.
Los liezos tenían una anchura alrededor de los 48 cm. aproximadamente, si se deseaba obtener una prenda de mayor anchura, como por ejemplo cuando se trataba de confeccionar una sábana, se unían tres o cuatro paños. La unión podía ser hecha mediante un cosido normal, como la que tenemos en la muestra presentada. Pero a veces se hacía de una manera artística, imitando un deshilado (también conservamos un ejemplar de este tipo).
Aparte de los telares de lino había otros especializados en tejer la estopa. La tela obtenida en grueso y basto y se empleaba para distintos usos. También habrá distintas variedades: La estopilla, estaba hecha por una estopa fina, que quedaba en el rastrillo después de peinar por segunda vez el lino; era más delgada rala y clara, parecida a la gasa. El estopón era lo más grueso de la estopa, que hilado sirve para hacer una especie de arpilleras, ideal para fabricar las típicas sacas, envases especializados para recoger la harina o el pimentón; también se hacían de estos tejidos “los fardeles” destinados a guardar en las casas de los labradores los distintos tipos de productos, como son los alimenticios, frutos secos y semillas.
La comercialización de esta artesanía tuvo mucha importancia en el siglo XVI. Fray Alfonso nos habla de los mercados los martes en Plasencia, donde acudían los artesanos y campesinos de la Vera y el Valle del Jerte con sus productos: “Los lienzos eran apreciados en todas partes”. La explotación de los lienzos decayó y en el siglo XVIII solo se vendía al exterior una pequeña parte de la producción. Por eso nos dice el “Interrogatorio” refiriéndose a los lienzos de Jaraíz, “se consumen en los propios usos de los vecinos y alguna venta de poca consideración”.
Escrito por Sánchez López, Martiria
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