La Verraquina

HISTORIA Y TRADICIONES-> LA VERA Y SU APORTACIÓN A LA CONQUISTA, COLONIZACIÓN Y EVANGELIZACIÓN DEL NUEVO MUNDO: EL PADRE JUAN DE ESCOBAR - Sánchez López, Martiria

LA VERA Y SU APORTACIÓN A LA CONQUISTA, COLONIZACIÓN Y EVANGELIZACIÓN DEL NUEVO MUNDO: EL PADRE JUAN DE ESCOBAR

INTRODUCCION

La singular comarca de La Vera, situada en la Alta Extremadura y coronada por las altas cumbres de Gredos, tiene, no sólo, una gran personalidad geográfica y una extraordinaria belleza natural, sino también una fuerte identidad histórica ya que ha jugado un papel de primer orden en todos los acontecimientos transcendentales en el devenir de los tiempos.

Entre la Protohistoria y los inicios de la Historia, los caudillos veratos o vetones, se distinguieron por sus hazañas, describiendo páginas gloriosas como las que nos cuenta el historiador de Jarandilla, del siglo XVII, Azedo de la Barrueza en su libro «Florestas y Recreos de La Vera» refiriéndose a Viriato, vencedor de las legiones romanas, del que sostiene que era natural del Guijo. Pero será en la Edad Media, con la conquista musulmana y la Reconquista, cuando se forje el espíritu intrépido de sus hombres, cuando se temple esa valentía natural, esa voluntad férrea, tan acostumbrada a las privaciones, que se acrecienta ante la diversidad, después de tantos siglos de lucha, en estas tierras escabrosas de montañas y paso obligado de ejércitos islámicos y cristianos en su afán por reconquistadas hasta que fueron liberadas definitivamente por Alfonso VIII, del poder sarraceno.

Estos hombres veratos, junto a los demás extremeños, harán posible la Gesta americana y una pléyade de capitanes, soldados y misioneros saldrán de estas tierras para el Nuevo Mundo de donde escribirán otra de las páginas gloriosas de nuestra historia.

LOS CONQUISTADORES

Entre los hombres que protagonizaron el descubrimiento, conquista, colonización y evangelización de América, destacan los jefes militares, los capitanes que iban al frente de los ejércitos. Los cronistas hablan de la importancia que tuvieron estos capitanes veratos en la Gesta. Así, don Vicente Sánchez Zúñiga, párroco de Santa María de Jaraíz, en 1786, dice en sus escritos al geógrafo don Tomás López, “igualmente se sabe que a las conquistas de los imperios de Méjico y Perú salieron de esta Villa algunos soldados famosos, como los Carvajales, los Villalobos, Sosas, Escobares y López, cuyos apellidos son oriundos de ella, como también el capitán don Martín García de Tovar, que fue gobernador de Xusticia Mayor de México, en el siglo anterior”. (Archivo B.N.).

Estos personajes dejaron aquí sus casas solariegas y palacios con sus escudos. También debieron ser benefactores y fundadores de algunas “Obras Pías” a juzgar por el gran número de ellas que existían. A este respecto tenemos que hacer alusión a un escudo que hay en la iglesia de Santa María de Jaraíz sobre el Crucificado que hoy se venera bajo el arco tapiado de una antigua portada. Dicho escudo es cuartelado, representando en el primer cuartel un castillo sobre olas con tres medias lunas a cada lado; en el segundo se exhibe la banda transversal típica de los Carvajales; en el tercero hay dos delfines que sostienen una gola y en el cuarto un castillo flanqueado por dos animales rampantes que parecen lobos, símbolos del escudo de Jaraíz. Está muy deteriorado todo el emblema en la actualidad al cambiarle de lugar, ya que estaba en una de las enjutas de los tres arcos que sostenían el artístico Coro, desaparecido en la reconstrucción de la Iglesia de 1970. Estaba formado por arcos Carpaneles de gran amplitud, dada la anchura del templo, sostenidos por bellísimas columnas helicoidales de estilo Isabelino, semejantes a las de San Gregorio de Valladolid. No cabe duda que este escudo perteneció a alguno de los Carvajales, a que alude el texto, por la banda transversal que hay en uno de sus cuarteles. También observamos motivos marinos, como son las olas y los delfines, lo que nos hace pensar en alguno de los personajes que pasó a ultramar y se destacó en el Descubrimiento y Conquista de América, y además tenía a gala exhibir en sus blasones el escudo de Jaraíz, en reconocimiento a su pueblo natal. Podemos pues afirmar que este egregio capitán costeó las obras del Coro de Santa María y para que en ella se perpetuara su memoria dejó su escudo.

En Jarandilla, el 29 de agosto, el párroco en sus escritos a don Tomás López habla también de famosos hombres de esta Villa y dice lo siguiente al respecto: “Personajes: Pedro Azedo, creador de la muy ilustre casa y solar del palacio de Azedo... En esta Villa se hallan sus descendientes. Famoso capitán que pasó con Cortés a la conquista de Nueva España y supo, con su valor, contener a los amotinados contra Cortés al creer que iban engañados”. (Arch. B. N.).

También es muy conocido el capitán Gaspar de Loaysa, cuya denominación lleva el Colegio Nacional de Jarandilla. Nació en esta Villa en el siglo XVI, hijo de Hernán Sánchez Loaysa y de Juana Sánchez la Diezmira. Murió en tierras de Colombia, en Anzerma el 2 de abril de 1565, dejando su testamento que se conserva en los Archivos de Jarandilla, estudiado por don Valentín Soria. Su memoria quedó plasmada en la Capilla que mandó construir en el lateral norte de la Iglesia Parroquial, a la que se da acceso por un arco de medio punto y está cubierta con bóveda de crucería en cuya clave central se puede admirar un escudo con los blasones del capitán: Un brazo con un arma, símbolo de su valor. En este arco de entrada se puede observar la inscripción que conmemora la memoria de este aguerrido personaje: “Esta Capilla fundó Gaspar de Loaysa, capitán de las Indias, por el rey nuestro Señor, con tres capellanes y tres misas, cada una capilla es una para siempre, acabose año 1599”.

En Pasarón fue famoso el capitán de navío don Luis Prieto, estudiado por don José Antonio Sánchez Prieto, en su libro “Un municipio de La Vera” y del que perpetúan su memoria las dos capillas que mandó construir en la Iglesia Parroquial, así como la hermosa ermita de la Virgen de la Blanca. Nos ha quedado también de él su casa solariega donde luce su escudo con los emblemas, destacando además de sus armas un navío con varias cubiertas y con la inscripción “Sustine y Abstine”. Sobre el dintel de la portada se puede leer otra inscripción en latín que significa “Mi puerta estuvo abierta al viajero”. A este capitán de navíos podemos incluirle también entre los descubridores y conquistadores, además de por la inscripción en que se denomina así, por los emblemas de su escudo y por la gran fortuna que tenía, que plasmó en las obras de arte a que nos hemos referido. Este singular hombre, después de sus hazañas de ultramar, regresaría a su pueblo natal, donde se casó con doña Catalina Moreno. Una vez que murió su esposa se ordenó sacerdote desempeñando sus funciones ministeriales en Pasarón.

LOS MISIONEROS Y EVANGELIZADORES

Una de las notas más significativas de La Vera durante el Antiguo Régimen fue su acendrada religiosidad, representada por el clero regular. Las Órdenes religiosas más importantes fundaron aquí sus conventos como nos cuenta Fray Alfonso Fernández en su libro “Historia y Anales de la ciudad y Obispado de Plasencia” (Cap. V. Pág. 40). “Las sagradas religiones de San Jerónimo, San Francisco y Santo Domingo, tienen tres insignes conventos de La Vera, poblados de religiosos y observantes moradores de gran opinión y nombre en aquella tierra, como se dirá en su lugar; y los Colegios de la Compañía de Jesús de Plasencia y Oropesa tienen sus casas y residencias para los veranos junto a Jaraíz y en Jarandilla para que tierra de tantos regalos temporales para el cuerpo, no carezca de los espirituales”. Se refiere Fray Alfonso al convento de los Jerónimos de Yuste, al de los Dominicos denominado de Santa Catalina, situado en las inmediaciones de Aldeanueva, en el cerro del “parral”; el de los Franciscanos, es el llamado de Santo Domingo, ubicado en el antiguo camino de Jarandilla al Guijo. Los Jesuitas tenían una Quinta en el lugar denominado de la Magdalena, cerca de Jaraíz, y otra residencia de verano en el núcleo urbano de Jarandilla, fundada en el siglo XVI, cuando San Francisco de Borja visitó Yuste.

Además de éstos estaba el convento de los Agustinos Recoletos, terminado en 1604, en Jarandilla, situado frente al Castillo de los Condes de Oropesa. También existen restos de otro convento de Franciscanos Reformados, en el término de Madrigal de la Vera, fundado por San Pedro de Alcántara. No hemos de extrañamos que salieran de estas tierras gran número de misioneros para evangelizar América y Filipinas, incluso que algunos de ellos dieran su vida por defender sus ideales, como comentaremos después.

En el “Congreso del VIII Centenario de la fundación de la Diócesis de Plasencia”, don Pedro Borges, Catedrático de Historia de América de la Universidad Complutense, en su ponencia titulada “Aportación misionera a América y Filipinas” (1492-1824), hace un estudio de los evangelizadores de la Diócesis con el nombre, el lugar de procedencia y la orden a que pertenecen. Basándonos en dicho trabajo, hemos estudiado los correspondientes a La Vera, de los que seguidamente hablaremos.

Destaca, en primer lugar, Jarandilla, con nueve misioneros, por lo que representa el cuarto lugar de la Diócesis, después de Plasencia, Hervás y Trujillo. Son los siguientes: Pedro de Jarandilla, de la Orden de Predicadores, que embarcó en 1546 con destino a Perú; Juan de Sosa, franciscano, salió para Florida en 1658; Mateo Gálvez, jesuita, partió para Colombia en 1662 y en 1735, al mismo lugar, Juan Ventura López, también jesuita; en 1777 el franciscano Vicente Conde salió para México. Para Filipinas embarcaron los siguientes: Juan de la Encarnación en 1694, franciscano; en 1711 Benito de San Pablo y Gabriel de Santa Rita de Porres, los dos agustinos recoletos, igual que Joaquín Encabo, en 1786.

Entre los misioneros ilustres de la Vera que alcanzaron especial relevancia se encuentra el franciscano de Collado, Martín Collado, que fue ministro de la provincia de Nicaragua en 1628.

En Cuacos de Yuste nacieron tres, uno de ellos, Blas Rodríguez, fue mártir en Florida en 1597, de la orden franciscana. Los otros dos pertenecían a los Agustinos Recoletos y fueron misioneros en las Filipinas: Jacinto de San José en 1718 y Andrés de San Mateos en 1750.

De Aldeanueva partió para México en 1743 Alfonso Casero, de la Orden Franciscana; para Filipinas, Mateo Sánchez en 1595, jesuita, y Tomás de Cáceres en 1769, de la Orden de Predicadores.

El padre Andrés Hernández, jesuita, era natural de Arroyomolinos y embarcó para Perú en 1580. De Garganta de la Olla salió para Filipinas el dominico Pedro Hernández en 1805.

De Jaraíz de La Vera partieron los siguientes; el franciscano Francisco de Jaraíz hacia la Española, y hacia Filipinas Agustín de San José en 1756 y Francisco del Espíritu Santo en 1684, los dos Agustinos Recoletos.

Del Losar partieron el Jesuita Manuel Rodríguez en 1738 hacia el Paraguay, donde Compañía de Jesús fundó una de las Reducciones de Indios más importantes. En Filipinas estuvieron Diego Martín en 1769, de la Orden de Predicadores y Blas de la Virgen del Carmen en 1797, Agustino Recoleto.

De Madrigal (o Madrigalejo según los textos) eran Juan Pizarro, franciscano, que embarcó para Bolivia en 1770 y Juan Ruiz, en 1750, para Filipinas, perteneciente a los Agustinos Recoletos. En Valverde nació Pedro de Valverde, que en 1544 embarcó para Perú y Andrés Valverde, que en 1687 salió para México, los dos Franciscanos. De Villanueva era Juan del Campo, de la Compañía de Jesús, que en 1643 partió para las Filipinas.

De Pasarán era natural el padre Martín de la Ascensión, que fue a Filipinas en 1645 de los Agustinos Recoletos. De él nos habla el historiador de Jarandilla, del siglo XVII, Azedo de la Berrueza en el capítulo XXI en su libro “Florestas y recreos de La Vera”, le llama Fray Martín Pavón, que era su apellido legal, ya que el de “la Ascensión” era el sobrenombre y dice de él que recibió el martirio en el Japón. Este dato lo constata el señor Sánchez Prieto en su libro ya citado. También, pues, consideramos a Fray Martín de la Ascensión como misionero ilustre de La Vera, por recibir el martirio igual que Fray Blas Rodríguez de Cuacos, considerado así por don Pedro Borges.

EL PADRE JUAN DE ESCOBAR. MISIONERO DEL PERU

Además de este nutrido número de misioneros pertenecientes a las distintas Órdenes Religiosas, debió haber, también, destacados evangelizadores del clero secular en las Indias. No hay que olvidar que la Vicaría de La Vera, con sede en Jaraíz, fue una de las más extensas del Obispado y su jurisdicción se extendía a “36 lugares de La Vera y del Campo Arañuelo” (Arch. B. N.). Poseía su propio Colegio, el Colegio de San José, ubicado en la Calle de La Fontana de Jaraíz, y estaba dotado con Cátedra de Gramática (Arch. Parr. de S. Miguel) para la formación del clero.

En todas las parroquias existían gran cantidad de Fundaciones, Capellanías, Memorias y Obras Pías, lo que suponía un gran desembolso de dinero a los fundadores, obtenido, en muchos casos, en las Indias, como el del Padre Juan de Escobar. El Interrogatorio de la Audiencia de Cáceres nos habla de más de cincuenta Capellanías en Jaraíz, lo que hemos comprobado en los Archivos Parroquiales. Así en el de Santa María, en el Libro de Capellanías, Memorias y Patronatos, se citan la de don Juan Pavón, la de don Pedro García, Francisco Cirujano, Pedro Martínez Flor, Juan de Jaraíz, etc. etc.

El Padre Juan de Escobar fue un misionero de Jaraíz que trabajó en la tarea evangelizadora con los “incas” en el Perú, encontrando su muerte en la Ciudad de Cuzco. En agradecimiento a su pueblo natal fundó una Memoria de Dotes para “casar a sus parientas y mozas pobres del pueblo”, según consta en el Censo familiar de nuestro archivo particular, cuya fotocopia de la primera página adjuntamos. Dice lo siguiente: “Para la buena Memoria (de Dotes) que en esta villa de Jaraíz fundó el Padre Juan de Escobar, difunto en sus días en la ciudad de Cuzco, en la Nueva España”. El Censo era sobre unos parrales y otros bienes de “Juan García Herrero, vecino de esta villa”. Es muy curioso porque fue renovándose siglo tras siglo desde 1688, en 1722, en 1818, hasta que fue redimido en 1871, según consta al final del documento. “Queda redimido el Censo que verá en la anterior escritura en la cantidad de ciento ochenta reales que entregaron en el acto Marcelino Sánchez-Oro y su mujer Marta Paniagua, Jaraíz y enero 28 de 1871”.

Los documentos de esta Fundación no los hemos encontrado en los archivos parroquiales, pero sí varios semejantes, como la de “Los libros Becerros de Fundaciones, Visitas, Memorias y otro de San Miguel”. Se trata del “Libro inventario de la Buena Memoria de dotes que para sus parientes y huérfanos pobres fundó Alonso Sánchez Paniagua”. La Fundación comienza con la invocación de la Santísima Trinidad “en el nombre de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo... Después constan los bienes que deja y a continuación lo que desea que se dote. Que los diez mil maravedíes se den en cada año a una moza para su ayuda a casamiento en quienes concurran las cualidades abajo contenidas»... Luego están las cuentas de cada año con los gastos y los ingresos procedentes de los distintos censos”.

Pensamos pues, que muchos de estos misioneros, que dieron su vida por la expansión de la fe católica, como el caso del Padre Juan de Escobar, quedan aún en el anonimato, sin que podamos valorar su obra por el desconocimiento de su labor.

VALORACIÓN

No cabe duda que para el Descubrimiento, Conquista y Colonización del Nuevo Mundo, la aportación verata fue muy valiosa, ya que estos capitanes, intrépidos y valientes con sus hombres, tan acostumbrados a toda clase de privaciones, fueron elementos imprescindibles en la Gesta, puesto que el mayor enemigo a que tuvieron que enfrentarse fue el medio físico, el hambre, las distancias, etc. ya que los indios, en muchos casos, no pusieron la menor resistencia.

En cuanto a los misioneros su obra fue ingente, no sólo como evangelizadores sino como pacificadores y culturizadores, edificando por todas partes iglesias, conventos, colegios, universidades, irradiadoras de cultura. Felipe II da prioridad a los religiosos para estas tareas, como podemos observar en el capítulo 147 de las “Ordenanzas del 13 de julio de 1573”. En las partes que bastase los predicadores del Evangelio para pacificar a los indios, convertirlos y traerlos de paz, no se consientan que entren otras personas.

Muchos de los hijos de los jefes indígenas recibieron una educación y culturización de tipo español, como alumnos internos, durante ciertos periodos, en los Colegios de religiosos, en lo que insiste Felipe II en el capítulo 142 de las mencionadas Ordenanzas"…lo que podría hacer trayendo primero a los hijos de los caciques a la población de españoles como rehenes, enseñándoles a vestir, regalar y usando los medios más convenientes”. Esta aportación para La Vera también podemos valorarla positivamente, ya que muchos de estos hombres levantaron obras de arte y dotaron a sus respectivos pueblos de fundaciones benéfico-religiosas que perpetuaron su memoria, según hemos analizado en los diferentes capítulos.

Escrito por Sánchez López, Martiria

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